Una fuerte depresión padeció hace ocho años Maritza Arango, luego de enterarse que padecía de retinitis pigmentosa.
Esta humilde campesina de Argelia (Antioquia) no podía creer que a sus 24 años se quedaría invidente. A la tercera entre ocho hermanos de la familia Arango Buitrago le parecía inadmisible eso, creía que era un tormento o un castigo divino. “Duré dos años llorando con mi hijo en mi casa, no quería salir”, evoca la hija de Gustavo y Romelia.
Es que luego de correr y crecer por los campos argelinos y estudiar en la escuela Marco Fidel Suárez, Maritza y su familia tuvieron que venirse para Medellín víctimas del desplazamiento. “Llegamos al Popular Número Dos ya que mi mamá se puso muy nerviosa porque teníamos una tiendita y le vendíamos a todo el mundo. Un día llegaron unos hombres y nos dijeron que si lo hacíamos con el ejecito tendríamos problemas”, recuerda la madre amorosa de Juan Esteban, su hijo de 11 años.
La luz de sus ojos se fue apagando lentamente hasta quedar discapacitada visual. “Un día me levanté y empecé a averiguar acerca de instituciones que tuvieran qué ver con esta discapacidad y me encontré con la Unión Nacional de Limitados Visuales”, rememora la amante de los frijoles antioqueños y bachiller de la Institución Educativa León XIII de Bello.
Como dice el refranero popular, “Dios aprieta pero no ahorca”, y, en el caso de esta deportista, sí que la ha apretado. “Allí, en esa institución, encontré varios amigos y amigas en esa condición de discapacidad y los veía que estaban alegres, riendo, en cambio yo bien deprimida. Pero gracias a Dios salí adelante, pude movilizarme, ser más independiente, aprendí el Braile y el Jaws, un programa novedoso del computador que sirve como lector de pantalla para ciegos o personas con visión reducida. Con él pude leer mis correos y “cacharriar” en internet”, comentó Maritza con una sonrisa de satisfacción.
El miércoles 17 de julio de 2008 cambió su vida. Por invitación de su amigo Juan Guillermo Rodríguez ingresó al mundo del atletismo. “Al principio fue muy duro porque me daba miedo caerme y terminaba reventada, pero después le fui cogiendo cariño, tanto que a los tres meses competí en unos Juegos Nacionales en Cali y gané una de oro en 400 mts y una de plata en 200 mts. Luego estuve en los Suramericanos y en los Mundiales en Nueva Zelanda, donde gané el cupo para los Juegos Olímpicos del año entrante.”, comentó con orgullo esta beneficiada por el programa “Deportes sin Límites” y de Indeportes Antioquia.
Y lo mejor, en el atletismo también se ganó las medallas y el amor de su vida con su profesor y tutor Hugo Gándara.
Esta humilde campesina de Argelia (Antioquia) no podía creer que a sus 24 años se quedaría invidente. A la tercera entre ocho hermanos de la familia Arango Buitrago le parecía inadmisible eso, creía que era un tormento o un castigo divino. “Duré dos años llorando con mi hijo en mi casa, no quería salir”, evoca la hija de Gustavo y Romelia.
Es que luego de correr y crecer por los campos argelinos y estudiar en la escuela Marco Fidel Suárez, Maritza y su familia tuvieron que venirse para Medellín víctimas del desplazamiento. “Llegamos al Popular Número Dos ya que mi mamá se puso muy nerviosa porque teníamos una tiendita y le vendíamos a todo el mundo. Un día llegaron unos hombres y nos dijeron que si lo hacíamos con el ejecito tendríamos problemas”, recuerda la madre amorosa de Juan Esteban, su hijo de 11 años.
La luz de sus ojos se fue apagando lentamente hasta quedar discapacitada visual. “Un día me levanté y empecé a averiguar acerca de instituciones que tuvieran qué ver con esta discapacidad y me encontré con la Unión Nacional de Limitados Visuales”, rememora la amante de los frijoles antioqueños y bachiller de la Institución Educativa León XIII de Bello.
Como dice el refranero popular, “Dios aprieta pero no ahorca”, y, en el caso de esta deportista, sí que la ha apretado. “Allí, en esa institución, encontré varios amigos y amigas en esa condición de discapacidad y los veía que estaban alegres, riendo, en cambio yo bien deprimida. Pero gracias a Dios salí adelante, pude movilizarme, ser más independiente, aprendí el Braile y el Jaws, un programa novedoso del computador que sirve como lector de pantalla para ciegos o personas con visión reducida. Con él pude leer mis correos y “cacharriar” en internet”, comentó Maritza con una sonrisa de satisfacción.
El miércoles 17 de julio de 2008 cambió su vida. Por invitación de su amigo Juan Guillermo Rodríguez ingresó al mundo del atletismo. “Al principio fue muy duro porque me daba miedo caerme y terminaba reventada, pero después le fui cogiendo cariño, tanto que a los tres meses competí en unos Juegos Nacionales en Cali y gané una de oro en 400 mts y una de plata en 200 mts. Luego estuve en los Suramericanos y en los Mundiales en Nueva Zelanda, donde gané el cupo para los Juegos Olímpicos del año entrante.”, comentó con orgullo esta beneficiada por el programa “Deportes sin Límites” y de Indeportes Antioquia.
Y lo mejor, en el atletismo también se ganó las medallas y el amor de su vida con su profesor y tutor Hugo Gándara.
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