Por: Roosevelt Castro B.
Parece paradójico pero judo significa camino de la suavidad y ese contrasentido obedece a esa “fuerza descomunal” que utilizan sus practicantes para derrotar a sus adversarios.
En Estefanía Saldarriaga Quintero no existen paradojas. Esta judoka antioqueña, nacida en Medellín el 14 de abril de 1991, siempre ha utilizado ese camino desde muy niña, cuando daba sus primeros pasos en la práctica del deporte.
La hija de Elsa María, una humilde estampadora, y de John Jairo, un vidriero automotriz, ha heredado sus genes deportivos por una tía que le inculcó el amor por las actividades deportivas.
Esa delicadeza para tratar el balón de fútbol, como defensa centro en los equipos de Formas Intimas, en las diferentes canchas del balompié aficionado, fue el legado dejado por su tía, desde cuando realizaba su primaria en la Institución Educativa Caracas.
Cuando Estefanía salía de su casa de habitación en el barrio Sucre, al oriente de Medellín, guardaba esos sueños de gloria que saben arropar a los que juegan al deporte de la redonda. Es que la hermanita mayor de Víctor Danilo jugó en la selecciones Antioquia de fútbol y fútbol de salón con el pundonor de los que quieren la gloria futbolística. Las muñecas se quedaron en el baúl de los recuerdos.
Pero un día de 2006 todo se le desmoronó. En los Juegos Departamentales de El Carmen de Viboral, defendiendo los colores de Medellín, la quinceañera recibió una propuesta que la puso dubitativa. Henry Díaz, técnico de judo, le planteó que cambiara los guayos y las canchas por los judoguis y tatamis.
Era un regalo poco común para la navidad de ese año, pero aceptó el reto.
En enero del 2007, la inquieta estudiante de bachillerato de la Javiera Londoño inicia el proceso. Y es en marzo de ese año cuando ve que su sensei no se había equivocado. Luego de llorar lágrimas de sangre por el rigor de los entrenamientos, ganó los campeonatos nacionales sub-17 y sub 20 en Barrancabermeja. Asistió a los Juegos Escolares Centroamericanos y del Caribe en Puerto Rico y obtuvo el bronce.
2008 y 2009 fueron años de transición para Estefanía porque siguió jugando fútbol, fungiendo como judoka y comiendo mandarinas y melones
Ya para 2010, decidió que definitivamente lo suyo era el deporte del “camino de la suavidad” y lo enfrentó con vehemencia. “Los guayos quedaron atrás, fue una decisión difícil, pero creo que la mejor que he tomado”, manifestó con alegría la joven deportista de 20 años y a quien le da miedo viajar en aviones, pero quiere volar muy lejos en estos menesteres del judo, así como desea estudiar Profesional en Deportes, en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid.
En Estefanía Saldarriaga Quintero no existen paradojas. Esta judoka antioqueña, nacida en Medellín el 14 de abril de 1991, siempre ha utilizado ese camino desde muy niña, cuando daba sus primeros pasos en la práctica del deporte.
La hija de Elsa María, una humilde estampadora, y de John Jairo, un vidriero automotriz, ha heredado sus genes deportivos por una tía que le inculcó el amor por las actividades deportivas.
Esa delicadeza para tratar el balón de fútbol, como defensa centro en los equipos de Formas Intimas, en las diferentes canchas del balompié aficionado, fue el legado dejado por su tía, desde cuando realizaba su primaria en la Institución Educativa Caracas.
Cuando Estefanía salía de su casa de habitación en el barrio Sucre, al oriente de Medellín, guardaba esos sueños de gloria que saben arropar a los que juegan al deporte de la redonda. Es que la hermanita mayor de Víctor Danilo jugó en la selecciones Antioquia de fútbol y fútbol de salón con el pundonor de los que quieren la gloria futbolística. Las muñecas se quedaron en el baúl de los recuerdos.
Pero un día de 2006 todo se le desmoronó. En los Juegos Departamentales de El Carmen de Viboral, defendiendo los colores de Medellín, la quinceañera recibió una propuesta que la puso dubitativa. Henry Díaz, técnico de judo, le planteó que cambiara los guayos y las canchas por los judoguis y tatamis.
Era un regalo poco común para la navidad de ese año, pero aceptó el reto.
En enero del 2007, la inquieta estudiante de bachillerato de la Javiera Londoño inicia el proceso. Y es en marzo de ese año cuando ve que su sensei no se había equivocado. Luego de llorar lágrimas de sangre por el rigor de los entrenamientos, ganó los campeonatos nacionales sub-17 y sub 20 en Barrancabermeja. Asistió a los Juegos Escolares Centroamericanos y del Caribe en Puerto Rico y obtuvo el bronce.
2008 y 2009 fueron años de transición para Estefanía porque siguió jugando fútbol, fungiendo como judoka y comiendo mandarinas y melones
Ya para 2010, decidió que definitivamente lo suyo era el deporte del “camino de la suavidad” y lo enfrentó con vehemencia. “Los guayos quedaron atrás, fue una decisión difícil, pero creo que la mejor que he tomado”, manifestó con alegría la joven deportista de 20 años y a quien le da miedo viajar en aviones, pero quiere volar muy lejos en estos menesteres del judo, así como desea estudiar Profesional en Deportes, en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid.
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