Su miedo a quedarse solo ya no es un obstáculo para Mateo porque hace cuatro años y ocho meses conoció a su gran amor: Diana Ramírez. Aquí en una práctica con su novia antes de su viaje a Brasil.
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A sus 21 años, Mateo Gaviria Henao quiere seguir cosechando triunfos en un deporte que le llegó por casualidad a su vida hace 17 años. Su próxima cita es en Fortaleza, Brasil.
Roosevelt Castro B.
El miedo al agua y el llanto permanente para no asistir a clases de natación, hicieron desistir al karateca Mateo Gaviria Henao de continuar con esta disciplina deportiva.
“Al karate llegué por cosas del destino. Mi papa Édgar y yo salimos después de una clase de piscina a hacer un recorrido por la Unidad Deportiva. Entramos al Coliseo Iván de Bedout y vi este deporte que me llamó la atención. Le pregunté qué era y él me dijo que se llamaba karate. A la semana siguiente le dije a mi padre que no quería seguir en las piscinas y que mi destino era el nuevo deporte que había visto la semana anterior”, evoca el karateca Junior.
Esa decisión tomada a los cuatro años de edad transformó la vida del joven habitante del barrio San Joaquín. “Estuve en la Liga por tres años bajo la orientación del sensei Alberto Espejo, luego pasé a recibir clases en Comfama con Fernando Correa y un día cualquiera hace siete años me ven entrenando en Comfama de Los Grillos de La Estrella y me dicen que porqué no se va a entrenar con la Selección Antioquia. Allí llegué y allí me quedé”, recuerda con alegría el amante de los perros, especialmente de Natacha, su perrita French Poodle.
“En el 2007 fue mi debut oficial en un campeonato nacional donde quedé primero y en ese año conocí a Diana Ramírez, mi novia, quien también es karateca”, recuerda Mateo.
Su primera salida internacional tiene visos de tragicomedia. “Nosotros estuvimos compitiendo en el Perú. En el viaje de regreso yo me perdí en el aeropuerto en Lima. ¡Vaya el susto tan terrible el que pasé!”, rememora el devorador de los fríjoles que prepara su tía Aidé y su suegra Olga de Ramírez.
El hijo mayor de la familia Gaviria Henao ve transcurrir su niñez y adolescencia entre kimonos, patadas y los cuadernos y libros como estudiante del Colegio de la Pontificia Bolivariana. “Actualmente estoy en cuarto semestre de administración de empresas en la UPB”, dice con firmeza el joven nacido el 10 de noviembre de 1990 en Medellín.
Hoy vive agradecido con su deporte ya que le ha dado la posibilidad de estudiar una carrera universitaria becado, ayudarlo a crecer como persona y encontrar muchos amigos y especialmente el amor de su vida, la karateca Diana Ramírez.
Ahora lo espera Fortaleza, Brasil, para entrar a competencias este fin de semana en el Campeonato Panamericano Juvenil de su disciplina deportiva, a la que, siente, le debe todo.
“Al karate llegué por cosas del destino. Mi papa Édgar y yo salimos después de una clase de piscina a hacer un recorrido por la Unidad Deportiva. Entramos al Coliseo Iván de Bedout y vi este deporte que me llamó la atención. Le pregunté qué era y él me dijo que se llamaba karate. A la semana siguiente le dije a mi padre que no quería seguir en las piscinas y que mi destino era el nuevo deporte que había visto la semana anterior”, evoca el karateca Junior.
Esa decisión tomada a los cuatro años de edad transformó la vida del joven habitante del barrio San Joaquín. “Estuve en la Liga por tres años bajo la orientación del sensei Alberto Espejo, luego pasé a recibir clases en Comfama con Fernando Correa y un día cualquiera hace siete años me ven entrenando en Comfama de Los Grillos de La Estrella y me dicen que porqué no se va a entrenar con la Selección Antioquia. Allí llegué y allí me quedé”, recuerda con alegría el amante de los perros, especialmente de Natacha, su perrita French Poodle.
“En el 2007 fue mi debut oficial en un campeonato nacional donde quedé primero y en ese año conocí a Diana Ramírez, mi novia, quien también es karateca”, recuerda Mateo.
Su primera salida internacional tiene visos de tragicomedia. “Nosotros estuvimos compitiendo en el Perú. En el viaje de regreso yo me perdí en el aeropuerto en Lima. ¡Vaya el susto tan terrible el que pasé!”, rememora el devorador de los fríjoles que prepara su tía Aidé y su suegra Olga de Ramírez.
El hijo mayor de la familia Gaviria Henao ve transcurrir su niñez y adolescencia entre kimonos, patadas y los cuadernos y libros como estudiante del Colegio de la Pontificia Bolivariana. “Actualmente estoy en cuarto semestre de administración de empresas en la UPB”, dice con firmeza el joven nacido el 10 de noviembre de 1990 en Medellín.
Hoy vive agradecido con su deporte ya que le ha dado la posibilidad de estudiar una carrera universitaria becado, ayudarlo a crecer como persona y encontrar muchos amigos y especialmente el amor de su vida, la karateca Diana Ramírez.
Ahora lo espera Fortaleza, Brasil, para entrar a competencias este fin de semana en el Campeonato Panamericano Juvenil de su disciplina deportiva, a la que, siente, le debe todo.
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