A pesar de venir de una lesión, Noraldo Palacios espera sonriente lo que pueda pasar hoy en el Grand Prix Internacional de Atletismo.
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Es uno de los atletas más representativos de nuestro país, en la modalidad del lanzamiento de la jabalina. De sus tristezas y sus alegrías habló con EL MUNDO.
Por: Roosevelt Castro B.El lanzador de jabalina colombiano Noraldo Palacio Rivas tiene tatuajes en su piel, en sus recuerdos y en su espíritu. Sí, el atleta nacido en Turbo, Antioquia, el 8 de julio de 1980, tiene tatuadas en la epidermis de su pierna derecha una lagartija, en su hombro diestro un tribal y una enorme tarántula recorre su espalda. “Me los hice por vanidad. Mi amigo Vladimiro de Turbo me los diseñó y me los dejé”, afirma Noraldo con una sonrisa enorme.
Así, con la tinta indeleble de sus recuerdos, el hijo de los pescadores Eduardo y Adelfa, evoca sus inicios en las pruebas atléticas. “Empecé en los juegos intercolegiados, en los que también hacía salto alto y largo, pero fue el profesor James Ochoa el que me descubrió para la jabalina. Él me enseñó muchos de los secretos de este deporte”, rememora Noraldo, el bachiller del Colegio Ferrini.
“A los 17 años llegué a Medellín. Aquí perfeccioné la técnica y me hice campeón suramericano y gané muchas pruebas, pero la que más recuerdo es la de haberle ganado a la injusticia en el caso del doping mío, antes de ir a los Juegos Olímpicos 2008”, retrocede en el tiempo el lanzador de jabalina colombiano.
En Palacio está tatuada esa injusticia. Acusado inicialmente de usar glucocorticoides (hormonas), había sido suspendido durante seis meses por la Federación Colombiana de Atletismo. El deportista fue sancionado por el Tribunal Deportivo de la Federación con el argumento de que dio positivo en un control antidopaje practicado en mayo de 2008 en un Grand Prix de Brasil, donde hizo la marca mínima para asistir a los Olímpicos de Pekín 2008.
“Gracias a Dios y al abogado Andrés Charria se solucionó ese impasse y pude limpiar mi nombre”, dice con un dejo de nostalgia Noraldo.
El tatuaje espiritual del lanzador de jabalina colombiano es su hijo Angelo. Fruto de la unión con la abogada Diana Milena Valoyes y próximo a cumplir años, Angelo es la razón de vivir de Noraldo. “ Verlo crecer, verlo reír es lo que me hace vibrar en la actualidad. Aunque ya no viva con su mamá, sé que todo lo que hago es por él”, dice el estudiante de segundo semestre de masoterapia en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid.
Hoy, en el Grand Prix Internacional, en homenaje a Ximena Restrepo, quiere dar lo mejor para que sus proezas atléticas queden tatuadas en los recuerdos de los colombianos.
Así, con la tinta indeleble de sus recuerdos, el hijo de los pescadores Eduardo y Adelfa, evoca sus inicios en las pruebas atléticas. “Empecé en los juegos intercolegiados, en los que también hacía salto alto y largo, pero fue el profesor James Ochoa el que me descubrió para la jabalina. Él me enseñó muchos de los secretos de este deporte”, rememora Noraldo, el bachiller del Colegio Ferrini.
“A los 17 años llegué a Medellín. Aquí perfeccioné la técnica y me hice campeón suramericano y gané muchas pruebas, pero la que más recuerdo es la de haberle ganado a la injusticia en el caso del doping mío, antes de ir a los Juegos Olímpicos 2008”, retrocede en el tiempo el lanzador de jabalina colombiano.
En Palacio está tatuada esa injusticia. Acusado inicialmente de usar glucocorticoides (hormonas), había sido suspendido durante seis meses por la Federación Colombiana de Atletismo. El deportista fue sancionado por el Tribunal Deportivo de la Federación con el argumento de que dio positivo en un control antidopaje practicado en mayo de 2008 en un Grand Prix de Brasil, donde hizo la marca mínima para asistir a los Olímpicos de Pekín 2008.
“Gracias a Dios y al abogado Andrés Charria se solucionó ese impasse y pude limpiar mi nombre”, dice con un dejo de nostalgia Noraldo.
El tatuaje espiritual del lanzador de jabalina colombiano es su hijo Angelo. Fruto de la unión con la abogada Diana Milena Valoyes y próximo a cumplir años, Angelo es la razón de vivir de Noraldo. “ Verlo crecer, verlo reír es lo que me hace vibrar en la actualidad. Aunque ya no viva con su mamá, sé que todo lo que hago es por él”, dice el estudiante de segundo semestre de masoterapia en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid.
Hoy, en el Grand Prix Internacional, en homenaje a Ximena Restrepo, quiere dar lo mejor para que sus proezas atléticas queden tatuadas en los recuerdos de los colombianos.
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