martes, 19 de junio de 2012

Daniel, .... nada de límites



Roosevelt Castro B.
El nadador Daniel Giraldo Correa es un vórtice de alegría. Sus ojos son claros y azules como el agua que lo hace feliz. A primera vista es difícil creer que tiene algún tipo de limitación física: Daniel padece de una enfermedad genética incurable en sus ojos llamada Stargardt.

El agua, su pasión


“Llevo toda la vida nadando. Es una actividad extracurricular que he tenido desde siempre, porque mis padres me inscribieron en clases cuando yo solo tenía un año”,  expresa el segundo hijo de Santiago Giraldo Isaza, ingeniero electricista, y de Berta Correa, enfermera.
“Un amigo que nadaba en el Club Calamares me  dijo que lo hacía muy bien y me dijo que por qué no me metía. Yo le dije a mi mamá,  me dijo que sería muy bueno y me inscribió”, recuerda el nadador nacido en la Clínica del Rosario, de Medellín, el 1º de marzo de 1984.
De eso han transcurrido más de 17 años, todavía lo sigue haciendo y, aunque práctica la natación desde los once años, sólo a partir de 2006 empezó a hacerlo de forma competitiva, con tan buenos resultados que en los pasados  Juegos Paralímpicos de Guadalajara, México, se colgó el oro en  los 100 y 50 metros libres, 100 metros pecho y 200 combinado, todas en la categoría S12, de deportistas con discapacidad visual.
“Para los Paralímpicos de Beijing, China, no me llevaron por no pertenecer a la “rosca” bogotana, teniendo los mejores tiempos de Colombia y Suramérica en mi categoría”, denuncia.

Sin límites


La enfermedad que padece es genética, pero se le desarrolló a Daniel cuando solo tenía siete años de edad.
A los 17 años sus padres deciden irse para Canadá buscando un mejor futuro. “Allí terminé mi bachillero, que había empezado en el Colegio Alemán y que continué en el Colegio San Carlos. Pensé estudiar ingeniería bioeléctrica, pero no logré hacerlo. Me puse a trabajar en fincas cogiendo tomates, flores, por casi dos años, hasta que regresamos a Colombia”, recalca.
También quiso ser neurólogo, pero por la precisión que requiere asumió que era imposible. Luego ingresó a biología en la Universidad de Antioquia, carrera que lo apasiona, pero que después de un semestre y medio tuvo que abandonar. Ahora estudia Negocios Internacionales en Eafit donde, al igual que en las piscinas,  se siente como pez en el agua.
“Es una persona sacrificada, entregada, se sobrepone a su limitación y especialmente ha sido un berriondo en la vida”, concluye  Raúl González,  su técnico en el Club Calamares.

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