martes, 14 de junio de 2011

"No soy un títere"

Somos fustigados y criticados por muchos que ni siquiera conocen las normas del fútbol y eso me preocupa”: Wilmar Roldán.
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Los árbitros son los malos de la película del fútbol. Siempre están en el ojo del huracán. Wilmar Roldán no es la excepción,
Por: Roosevelt Castro B.
Para el juez Fifa, Wilmar Alexánder Roldán Pérez, su nueva designación como árbitro en la Copa América de Argentina no es gratuita, de hecho su ascenso en el duro camino del pito tampoco lo ha sido.

Nacido en Amalfi el 24 de enero de 1980, criado en Remedios y hecho árbitro en Segovia, ha encontrado en el apoyo de su familia el mejor aliciente para ejercer este duro, y sobre todo desagradecido oficio, de pitar partidos de fútbol.

Cuando tenía 6 años su madre y sus hermanas se trasladaron a Remedios. Allí nacieron sus otros dos hermanos: Estiven y Alejandro. Su familia es un equipo completo, en el que también juegan Giovanna, Nubia, César Augusto y Sandra.

No recuerda mucho de Amalfi, pero sí de los equipos de la Escuela Urbana de Varones de Remedios y del colegio Ignacio Yépez Yépez, donde todo comenzó, a los 12 años. Sus compañeros lo bautizaron el “Castrili del nordeste antioqueño”, en referencia al famoso árbitro argentino.

Su primer partido como árbitro central, al servicio del colegio de árbitros de la Fedefútbol, fue en El Pato, Corregimiento de Zaragoza, donde el local se jugaba su paso a la final con Zaragoza. Tenía 14 años.

-Wilmar, ¿cómo asume este reto de la Copa América?

“Con muchas ganas de mostrar que los árbitros colombianos estamos preparados para este tipo de retos. Igualmente porque afuera siempre creen nuestras capacidades, lo que lastimosamente no ocurre en nuestro país”.

-Internacionalmente ha dirigido 15 partidos, en Copa Suramericana tres y uno por la eliminatoria al Mundial ¿Hasta dónde piensa llegar?

“Todos los días me preparo para dar lo mejor de mí. Quiero dirigir en una Olimpiada y en un Mundial de Fútbol de Mayores. Desde el año pasado hemos venido con ese rumbo cuando fuimos designados para dirigir en los Juegos Olímpicos de la Juventud en Singapur y en otros retos importantes”.

-Luz Amparo, su madre, ¿sufre mucho?

“Al principio le gustaba lo que hacía, veía los partidos y le mostraba a los vecinos los partidos de Remedios cuando dirigía, ahora yo la blindo y la protejo, al igual que a toda mi familia, de tanta insensatez”.

-Mirando retrospectivamente, si no hubiera sido árbitro ¿qué otro oficio o profesión escogería?

“Creo que sería profesor de primaria, por mis estudios como licenciado en educación básica con énfasis en educación. Es que el año pasado tuve una experiencia maravillosa con los niños de la Escuela Rafael Pombo, de La Estrella. A ellos les implementé un modelo pedagógico de las tarjetas rojas y amarillas que revolucionó, por decirlo de alguna manera, la manera de dictar las clases. Las llamaban “las amigas” y servían para ayudar en la disciplina. Es que trabajar con niños ha sido una de mis mejores experiencias, gracias a Dios”.

-¿A quién ama Wilmar Roldán?

“Sí, tengo una relación con Lorena Fernández. Es profesora de biológicas y le gusta el fútbol. Es mi punto de apoyo en este mundo”.

-¿Recuerda un halago en especial?

“Muy pocos en este duro y desagradecido oficio. Quizás el de los niños de la Escuela, que todavía recuerdan con cariño lo que realicé con ellos y me lo dicen. Es que ellos me querían a toneladas”.

-Recientemente, los colegas de la radio lo fustigaron y dijeron que aquí se llega por roscas. ¿Es cierto?

"Respeto mucho lo que dicen pero no comparto sus comentarios. Hablan de “padrinazgos”, ¿y es que ellos cuando llegaron no tuvieron a alguien quien les tendió la mano?.

-Odios y desamores. ¿Cuáles son los suyos?

“Muy pocos, lo que me entristece es el amarillismo de muchos periodistas que no valoran lo bueno que uno realiza y cuando un señor muy respetable del fútbol, como Alexis García, habla sin medir lo que dice. Todos los medios me llaman. Me parece indigno”.

-Las posiciones más ingratas del fútbol son el portero y el árbitro. Usted las ha ejercido. Háblenos de eso.

“En la selección de Remedios jugué como defensor central y como portero. Un día cualquiera le alegué a mi profesora. Ella me dijo que por qué no pitaba y sin quererlo, a los 12 años, empecé metido en este oficio, que ahora es toda una pasión”.

-Dígame ¿qué opina de los analistas arbitrales?

“Uno habla con ellos y dice que hablar bien de un árbitro no vende, que hay un marketing del escándalo con el que vive el fútbol y que ellos no deben estar ajenos a ello. Y si me pidieran hacerlo lo pensaría, ya que no quiero ser títere de nadie”.

-¿Algún sueño por cumplir?“

No creo, todo lo que soñé desde niño se me cumplió y era convertirme en un árbitro profesional y lo logré.

-¿No ha quedado en fuera de lugar?

(Risas) “Sí, muchas veces, pero creo que todos cometemos errores y eso es un aprendizaje”.

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